El coronavirus nos está dando una oportunidad de desarrollar otro tipo de aprendizajes más importantes: aquellos indispensables para el desarrollo personal y social
Antes de nada quiero disculparme ante todo el mundo, por si mis palabras pueden ofender a alguien. Es algo que tengo muy arraigado desde pequeño y que se ha mantenido en mi personalidad a lo largo de mi vida. Son esas cosas, en las que siempre se incide, desde el ámbito familiar y el escolar, principalmente. Y creo, que es algo que está muy bien y dignifica mucho a la persona. Hay que hacerlo y yo, quiero dar ejemplo. Esto vaya por delante.
Estamos de acuerdo en que la situación en la que nos encontramos, es de lo más anómala para la mayoría de generaciones que estamos regentando el planeta en la actualidad. Algunos la tildan como esa guerra que nos tocaría vivir. Otros como una distopía. Yo lo veo más cómo un “Matrix” con la diferencia que el mundo paralelo sería el que estábamos viviendo y el real el que vivimos.
Socialmente ha sido un mazazo, que nos ha pillado de sorpresa, pero cierto es que muchos sabíamos que algo de esto iba a terminar pasando. No sabíamos cuándo ni como pero, ha llegado y ha venido para quedarse.
Como soy una persona muy positiva, aunque a veces no lo parezca, este tipo de experiencias traumáticas, traen detrás de sí un halo de esperanza y cambio. Siempre he escuchado a las grandes mentes económicas, que las crisis son los mejores momentos para ganar dinero si das con la clave del negocio, cosa que ya solamente escribiéndola, me pone los pelos como escarpias. Pero bajo mi piel, aparte de carne y huesos, vuelve a resurgir ese sentimiento dispar que me sacude constantemente entre lo supuestamente bueno y lo malo y, tengo que reconocer que esa frase tiene bastante connotaciones positivas cogiéndola con alambres y sobre todo llevándolo al tema que nos atañe: la educación.
Ese tema que tanto importa a la sociedad, pero siempre queda de lado, de la que todo el mundo habla y teoriza, pero después a la hora de la verdad queda arrinconada, salvo cuándo interesa remover algo. Es como aquel novio o aquella novia, que todo el mundo encandila, pero después nadie quiere llevarlo o llevarla al altar.
Pero, ha llegado el coronavirus, algo que nadie ha podido controlar ni tener en cuenta, ni si quiera, las “grandes superpotencias”, induciendo que toda la estructura social piramidal se tambalee provocando un efecto dominó. Esto nos ha alterado todo incluido, nuestro sistema educativo. Ese que, a pesar de los parches que se le ponen para que no se hunda cambiando las leyes sin ton ni son, está haciendo aguas en un océano sin tierra a la vista.
Pero, volviendo a retomar el tema, esto nos confiere una época de oportunidades, que creo que debemos de aprovechar.
Lo primero que nos ha traído todo esto es una muestra real y tangible de las debilidades de la estructura en las que estábamos educando al alumnado. Es, como me gusta a mi definir, esa auditoría externa que todas y todos debiéramos hacernos cada determinado tiempo para poder reajustarnos.
Pues esto ha pasado y creo, que la respuesta de la comunidad educativa ha sido bastante favorable en un tiempo relativamente corto. Es cierto que la administración tuvo y tiene que trabajar día a día, improvisando constantemente, y eso nos supone a los demás una carga emocional muy elevada. Pero creo que en estos casos debemos de ser un poco condescendientes, entendiendo que la situación es imposible de controlar al 100 % por la excepcionalidad de la misma. Pongámonos en el pellejo del capitán del TITANIC.
Pero esto, no lo justifica todo y creo que, las decisiones y las opiniones tienen que ser un poco más meditadas por la estructura de la consejería, sobre todo teniendo en cuenta en la situación de “pánico” en las que nos movemos. Y esa información vertida a cuenta gotas, da sensación de inseguridad.
No dejo de oír constantemente de lo trágico que esta siendo para el sistema educativo esta situación, llevándose todo el mundo las manos a la cabeza.
Pero no nos damos cuenta que esto no ha cambiado ni cambiará (hasta cierto punto, por desgracia). Así que madres, padres y docentes del mundo, no se me alarmen. Estamos viviendo unos momentos de adaptación, ni más ni menos, un cambio en la forma pero no el fondo (hasta cierto punto, por desgracia también). Y esto nos está dando una oportunidad para desarrollar otro tipo de aprendizajes más importantes que cualquiera de las áreas curriculares: Aquellos indispensables para el desarrollo personal y social y que, no deja de ser la propia finalidad de la educación.
Estamos teniendo que adaptarnos, formarnos, cambiar nuestras mentalidades, fortaleciéndonos de forma personal y grupal, buscando nuevos caminos… es decir estamos innovando realmente. Y esto provoca que explosione y salga a luz mucho del famoso curriculum oculto, del que nos olvidamos constantemente (aunque digamos que no) quedando relegado en un segundo plano, pero qué para mí, tan importante como aprender matemáticas o inglés.
Y creo que llegados a este punto, sería muy interesante teorizar un poco con conceptos que no salgan exclusivamente de mi incontinencia verbal, aunque sí intentaré filtrarlos de la mejor forma posible.
La estructura básica en la se sustenta toda la educación sociocultural en su dimensión educativa, tiene un carácter tripolar (que es lo que se denomina el triángulo educativo). En uno de los polos se encuentra el educando ( la persona, el individuo o grupo), en el otro el educante (la sociedad en general: familia, docentes…) y en el tercero el contenido educativo (la cultura). Teniendo en cuenta todo esto, esta teoría explica, entre otras cosas, que según sea la interacción entre el educando y el educante, así será el contenido educativo teniendo en cuenta factores tales como el nivel de motivación, valores predominantes o factores de personalidad. Esto provoca que el educando, ejerza una determinada influencia sobre la acción que afecta a su desarrollo. Y aquí está el quid de la cuestión: nos estamos esforzando en cambiar el educante constantemente pero no tenemos en cuenta los factores del educando.
Todos han quedado relegados y no nos estamos dando cuenta que quizá, en vez de preocuparnos por si se acaba el curso o no, si se manda suficiente tarea o no y si esta, se evalúa, debiéramos incidir en estos aspectos.
Claro, que hay que tener en cuenta que esto no va a dar rédito político ni justificación social hacia los quehaceres de los docentes. Igual no interesa.
Llegados a este punto y viendo a dónde me ha llevado todo esto, me he dado cuenta que creo que no tengo que disculparme. Hay veces que se tienen que decir las cosas según se sienten y se sufren y no vivir alienado por el sistema. No siempre se tiene que disculpar uno. Quizá tendría que hacerlo otras personas.
José Pin Canto, Oviedo