Carta abierta a la derecha y ultraderecha española

Tengo la sensación de que los días de confinamiento se han vuelto lentos, que se deslizan mucho más despacio respecto a los días del ajetreo normal que llevábamos hasta la irrupción del covid-19. La parte positiva de estar tanto tiempo en nuestros hogares, es que tenemos mucho más tiempo para hacer cosas que siempre quedan relegadas por las prioridades que mandan: leer, hablar con tu pareja, jugar con tus hijas o simplemente pensar son actividades que dejamos apartadas porque creemos que no entran en el círculo de la producción y tareas rutinarias, y son precisamente las más importantes, las que llenan nuestras vidas.

La llegada del covid-19 no solo ha cambiado nuestra forma de comunicarnos o nuestros hábitos cotidianos. Una de esas costumbres modificadas y que está removiendo conciencias, a la vez que agudizando el dolor, es la manera en la que se van del mundo los fallecidos por el fatídico virus.

Fallecer en soledad, sin la mano de tu ser querido, sin la caricia o el abrazo, sin las palabras de amor… sin el último beso. Ésto rompe los esquemas sentimentales a los que estamos acostumbrados, es un cuchillo clavado en el alma.

El covid-19 no entiende de gente rica o gente pobre, altos o bajos, aunque si es cierto que se ceba especialmente con la población de más edad. Y es curioso que la generación más castigada sea la que vivió la guerra y muchos más las posguerra. La generación que levantó este país en ruinas, tanto física como emocionalmente, y los mismos que hace diez o doce años aguantaron a sus hijos y nietos para que el país no se hundiera, aún más, en una feroz crisis económica.

Y aquí me gustaría enviar un mensaje a los políticos de la derecha española y a los fascistas que durante cuarenta años se han mofado, han ninguneado y ridiculizado a las miles de familias que vienen pidiendo justicia por sus familiares desaparecidos en fosas comunes diseminadas por toda la geografía de nuestros país.

A estos políticos les invito a que hagan un ejercicio de empatía con esos familiares que piden la ayuda a los gobiernos de turno para poder dar un entierro justo y necesario a sus familiares. Ahora será más fácil para ellos entender lo que se siente cuando no puedes despedir a un ser querido, el tremendo dolor que nunca desaparecerá, las heridas abiertas que no restañan con el paso del tiempo.

Ahora que el covid-19 nos une a todos los españoles en el dolor, porque se lleva a nuestros padres o abuelos sin poder darles un beso y decirles adiós, sería un buen momento para reparar todo el daño que se hizo a esas miles de personas. Dejen a un lado sus batallas estériles, sus complejos absurdos, pónganse en el lugar de estas familias que no pudieron despedirse con un beso o un te quiero de su ser querido. Cerremos de una manera digna esta parte negra de nuestra historia.

Es una oportunidad única la que se nos presenta. El covid-19 cambiará muchas cosas, tendremos que repensar nuestra forma de vida, nuestros hábitos también se verán modificados. Y por qué no aprovechar esta coyuntura para rehacer un estado justo, donde la sanidad pública sea reforzada en sus recursos, hasta ahora maltrechos y deficientes, donde lo común prevalezca, donde todos nos sintamos más a gusto y orgullosos del estado que pertenecemos, donde nadie que se quede fuera.

Hagamos un estado sólido desde su base, no solidificado sobre muertos en cunetas y fosas comunes. Cerremos los pozos negros de nuestra memoria colectiva.

Juan Carlos García, Oviedo